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Joan Mallofré, deportado a Mauthausen: 'Si no podías trabajar, te mataban, no había opción'

Diari de Guerra (Andreu Caralt).-25/01/2005 (Reportatge publicat per Andreu Caralt al Diari de Tarragona).- Mauthausen, número 4983. Joan Mallofré Nin, residente en un pueblo cercano a Perpiñan, es el último superviviente del campo de concentración nazi nacido en El Vendrell. Fueron cinco años de terror, sed, hambre y negación de todo futuro, una juventud robada. Y tuvo suerte, de los 7.000 catalanes que entraron, tres cuartas partes perecieron. En 1945 el infierno quedó atrás e intentó regresar a su hogar pero los aliados no expulsaron a Franco como esperaba. En esas circunstancias, con un pasado como militante comunista y sin haber realizado el servicio militar, España sólo presagiaba nuevas dosis de dolor. La frontera francesa fue desde ese instante su nuevo hogar. Ahora, a sus 86 años, relata su historia.

A las pocas semanas de estallar la Guerra Civil en 1936, Bonaventura y Josep, los dos hermanos mayores de Josep Mallofré, se alistaron voluntarios para luchar en el frente dentro de las milicias comunistas del POUM, formación liderada por el vendrellense Andreu Nin. En casa rogaron a su hijo menor que no siguiera los pasos de sus hermanos. Aquí tenemos trabajo, escuchó de su padre. Mallofré accedió, pero finalmente, en 1938, le incorporaron a filas cuando la guerra se daba ya por perdida. De ese período apenas hay recuerdos, un frente en continua retirada y un paisaje nevado camino de Francia. En el país vecino internaron a los restos de aquel ejército derrotado en campos de refugiados, el suyo en Vernet de Ariège.

"Allí no hacíamos nada, sólo comer, dormir, no nos trataban mal, pero, con 20 años, no queríamos estar cerrados" . Se alistaron voluntarios en el ejército francés, en la 22a Compañía de Trabajadores Extranjeros, formada por 250 hombres. Fueron enviados a Saarbrücken, junto a la frontera alemana, un último destino antes de la invasión alemana en primavera de 1940. El 17 de junio fueron capturados sin oponer resistencia. Teníamos los pies llagados de tanto caminar y no sabíamos dónde estábamos ni adónde teníamos que ir , relata uno de los compañeros de Mallofré en el libro Memòria de l'Infern.

El 3 de noviembre de 1940 los republicanos catalanes y españoles detenidos en suelo francés fueron cargados en un tren con dirección a Alemania. Su destino definitivo era Mauthausen, cerca de la ciudad austríaca de Linz. "Ni comprendíamos el alemán ni sabíamos dónde nos llevaban, pero cuando llegamos lo entendimos, nos trataron como un rebaño de ovejas, no se puede explicar" , relata Mallofré.

Ese día, 23 de enero de 1941, conoció el infierno. La comida se reducía a un trozo de pan negro y agua turbia aderezada con cuatro pedazos de patatas cocidas. Nada de carne, durante cinco años. Las jornadas de trabajos forzados eran maratonianas, pero mucho peor era el salvaje comportamiento de los guardas de la SS. "Cada día les debías prestar mucha atención; yo he visto morir a muchos compañeros delante de mí de un disparo en la cabeza por nada". Otros se lanzaban contra las alambradas eléctricas en un último suspiro de rebelión. El futuro desapareció.

Sin embargo, Mallofré era joven, astuto y gozaba de buena salud, condición esta última imprescindible, "porque quien entraba en la enfermería lo llevaban minutos después al crematorio". Y un ángel de la guarda, el novio de su prima, antiguo camarero del restaurante Pi de El Vendrell de apellido Vallvé y entonces un deportado que trabajaba para el jefe de campo de los prisioneros, "me ofrecía de vez en cuando un trozo de pan, comida, en cierto modo me protegía. Si salí de allí fue gracias en buena parte a él" . Quizá por ello nunca recibió las habituales palizas perpetradas por los oficiales alemanes.

Su relato recuerda dos de los trabajos que se vio obligado a realizar durante esos cinco años de infierno. Un año lo pasó junto a una máquina de cojinetes, "estaba de primera, una buena ración y sin demasiado frío", y otro medio año, en la tristemente conocida cantera de Mauthausen, "picando piedra y nivelando los escalones" . Por suerte nunca cargó piedra ni recorrió la ruta mortal de dos kilómetros donde los mas débiles morían de agotamiento.

En 1944, con la guerra casi perdida, el trato de los guardas del campo varió. Un año después, desaparecieron. Los americanos liberaron el campo y Mallofré recobró la ilusión por ver a su familia. De Austria viajó hasta París y Perpiñan. Allí esperó un avance aliado para liberar España que nunca llegó. Así que se casó, tramitó la nacionalidad francesa y más de diez años después de cruzar los Pirineos, ya en los años cincuenta, volvió a Catalunya para ver a su madre, con la que no se abrazaba desde 1938.

Entrevista

‘Si tuviera un SS frente a mí y una escopeta, le pegaría un tiro’. Joan Mallofré, de ideales comunistas, rememora sus cinco años en Mauthausen y Gusen.

.-Cinco años en un campo de concentración
.-En dos, el último año me trasladaron a Gusen.

.-¿Gusen?
.-Era otro campo situado a cuatro kilómetros de Mauthausen.En esa época ya me conocía la mecánica de todo. Estada destinado dentro de la unidad de ‘Transportkommando’, encargado de transportar material de albañilería.

.-¿Y?
.-Un día por la mañana pasaron revista y no dijeron mi nombre. Pregunté a un compañero el porqué y su respuesta fue que los nazis habían eliminado esa unidad.

.-¿Cómo reaccionó?
.-Cogí una plancha de siete u ocho kilos, y me paseaba con ella todo el día arriba y abajo simulando que trabajaba (ríe). Así me pasé el último año en Gusen. No hice nada más.

.-Hasta que llegaron los americanos.
.-Sí, pero en Gusen había muchos polacos y nosotros, los republicanos, no nos llevábamos nada bien con ellos, era demasiado de misa. Así que decidimos volver a Mauthausen.

.-¿Otra vez?
.-¿Dónde podíamos ir? Allí nuestros compatriotas habían copado los mejores puestos dentro del campo. Sin embargo, a los cuatro días, nos llamaron a todos en la plaza informando que los que venían de Gusen debían volver porque en Mauthausen no había suficiente comida. Yo y otros cumplimos la decisión.

.-¿Y los polacos?
.-Mire, llegamos allí, y los prisioneros habían asaltado la intendencia, del atracón había muertos y mierda en cada rincón, un desastre. No dimos ni diez pasos, vuelta atrá y para casa por la carretera, de los contrario nos ponían en cuarentena.

.-A casa, ¿a pie?
.-Recorrimos cinco o seis kilómetros hasta que un camión alemán conducido por dos españoles se detuvo y nos subimos en él. Pero a los diez kilómetros un oficial americano nos cortó el paso,los prisioneros no podíamos circular por la carretera.

.-¿Y qué hicieron?
.-Nos colocaron en varias casas de un pueblo cercano. Comíamos como ellos, pero de hablar, nada. Eras alemanes, ¿qué podíamos decirnos? Después ya viajamos en camión y tren hasta París, donde nos entregaron la carta de alimentación.

.-¿Qué pensaba cada día que se levantaba dentro del campo?
.-En nada. En ir de un lugar a otro, controlar a los ss...no pensabas en la familia, ni el futuro, ni en nada; sólo en si podían robar algún alimento. Yo había comido patatas crudas.

.-¿Las noches?
.-En silencio y a dormir. Estábamos demasiado fatgados. Si nos habieran dado más comida no hubiera muerto tanta gente. Y dormíamos desnudos; si nos encontraban vestidos, al cementerio.

.-¿Era consciente de cómo trataban a los judíos?
.-Los trataban peor que a nosotros, entraban muchos a las cámaras de gas. Los días sin viento y con niebla, debías taparte la nariz. Nauseabundo.

.-¿Temió la muerte?
.-Nunca pensé que dejaría la piel allí, aunque sabíamos que en cualquier momento te podían matar. Te adaptas al miedo. Si no, morías. Y si no podías trabajar, también. No había opción.