El Pueblo Viejo de Corbera Testimonio mudo de la violencia Bookmark and Share
Fuentes consultadas
- Hemeroteca Diari de Tarragona
- Información propia diarideguerra.com

Si algún pueblo simboliza el dolor provocado por la batalla del Ebro, este pueblo es Corbera d'Ebre. Ubicado en lo alto de una colina, en el centro del frente de guerra, hoy las calles y casas en ruinas del Pueblo Viejo son un testimonio mudo de la violencia y de las brutales consecuencias de la guerra. 

Corbera d’Ebre poseía en 1938 una población cercana a los 2.500 habitantes. Antes del inicio de la batalla del Ebro, antes que la aviación alemana y la artillería de Franco devastasen el pueblo, tres de cada cuatro vecinos habían ya abandonado su casa, desplanzándose detrás de las líneas franquistas, en dirección a Caspe, o escondiéndose en los caseríos cercanos a Corbera d’Ebre.
La mañana del 26 de julio de 1938, soldados de la XIII Brigada Internacional de la 35 División republicana entraban en Corbera d'Ebre, después de breves combates con las fuerzas franquistas que la defendían.

Los días 25, 26, 27 y 28 de julio Corbera fue bombardeada por la Legión Cóndor alemana. El 15 de agosto, un tercio de las viviendas habían sufrido los efectos de las bombas. La situación fue dramática en septiembre, a raíz del ataque masivo de la artillería franquista durante una de las contraofensivas que pretendían romper las líneas republicanas. Los republicanos mantuvieron el pueblo hasta el 4 de septiembre cuando volvió a caer en manos del ejército franquista. Durante estos meses, el pueblo quedo muy dañado.

Una vez terminada la guerra, y a medida que aumentaba la degradación del pueblo viejo, los vecinos se trasladaron lentamente a la parte baja del pueblo, alrededor de la carretera N-420. De esta manera, y a excepción de otros pueblos de la zona que fueron completamente reconstruidos, las ruinas de decenas de casas abandonadas del pueblo viejo se convirtieron en un símbolo de la batalla del Ebro.

El conjunto fue declarado Lugar Histórico protegido por la Generalitat de Catalunya el año 1992. También se ha convertido en un monumento a la paz y en un lugar de visita obligada para quien quiera conocer los desastres de la guerra.

El edificio más característico del Pueblo Viejo es la iglesia de San Pere y la plaza que hay delante de ella. Desde esta plaza se puede contemplar una magnífica vista de las sierras de Cavalls y Pàndols, una de los principales escenarios de la batalla del Ebro.

El Abecedario de Libertad

En 1995, un grupo de personas instalaron en el Poble Vell el Abecedario de la Libertad, un conjunto de 28 obras artísticas, la mayoría de ellas esculturas, que pretenden fomentar los valores de la paz, la justicia y la repulsa a las confrontaciones bélicas. Dos años más tarde, varios escritores y poetas escribieron un texto que acompañaba cada una de las esculturas.



El Testimonio

Extracto de un artículo de Andreu Caralt en el Diari de Tarragona el 20 de agosto de 2007 con varios miembros del Patronat del Poble Vell de Corbera d'Ebre sobre la situación del pueblo durante la batalla del Ebro.

Antes de la guerra civil, en Corbera d'Ebre vivían 2.000 personas, el doble que en la actualidad. Durante su primera ocupación por parte de Franco en abril de 1938, muchos vecinos, comprometidos con la causa republicana, huyeron al otro lado del Ebro. En julio, y con el inicio de la batalla del Ebro, otro grupo de vecinos lo hizo en dirección a Caspe, lejos del frente. Los días 25, 26, 27 y 28 de julio Corbera fue bombardeada por la aviación alemana. «Los vecinos que todavía vivían se refugiaron en las casas», explica al Diari el miembro del Patronato del Poble Vell, Juan Antonio. «Y los que no lo podían hacer, niños y ancianos, se escondían como podían en el pueblo», añade. El 15 de agosto, un tercio de las viviendas habían sufrido los efectos de las bombas.

La situación se volvería dramática en septiembre, a raíz del ataque masivo de la artillería franquista durante la contraofensiva para romper la línea republicana. Los vecinos, una vez silenciados los fusiles, volvieron a su pueblo. «Miseria, hambre, enfermedades, casas derrumbadas y cadáveres que no se retiraron hasta dos años después», apunta el miembro del Patronato, Joaquín Clua. «Los campos de cultivo estaban sembrados de proyectiles, y la gente, para sobrevivir, tuvo que 'ir a la metralla', es decir, a recoger lo que podían para venderlo como hierro». «Los niños se vestían con ropa de los soldados y como sandalias utilizaban sus cartucheras», añade.

Los vecinos, en definitiva, volvieron a sus casas medio derrumbadas, pero también se construyeron nuevas, en la carretera, en lo que hoy es el centro del casco urbano.